“Crónica de una inundación anunciada” hubiera podido ser el
epígrafe de este post, parafraseando al gran Gabo; pero esta no es una novela
fantástica, en realidad se trata de una tragedia. Cuando miro imágenes como
ésta, me es difícil describir la sensación en un solo término, es una mezcla de
profunda desazón, decepción y desesperanza, que escribe en mi mente una sola palabra
de once letras: “negligencia”.
Se entiende por negligencia al descuido que implica un
riesgo para uno mismo o para quienes dependen de nuestras acciones. Y esto es
exactamente un gran descuido que ha puesto en serio riesgo a la población de mi
región.
La primera vez que
nos ocurre una desgracia, nos da la oportunidad de tomar acciones para que ésta
no se vuelva a repetir, la segunda vez si nos ocurre la misma desgracia es
porque no se tuvo cuidado y no se tomaron las previsiones para evitarla, ya es negligencia; pero la
tercera, la cuarta y las siguientes veces, ya son cuestión de patológica negligencia. Sin embargo
imágenes como las que mostramos se vienen reproduciendo de manera periódica una
y otra vez sin que a nadie aparentemente le nazca la voluntad de cambiarlas.
Es algo realmente absurdo. ¿Puede alguien pensar que
construir una defensa ribereña cueste más que todas las toneladas de cultivos
perdidos, las casas destruidas e incluso la vida de los pobladores?
Aquí no ha habido prevención no ha habido preparación no ha
habido concientización.
Hemos esperado a tener el agua en la cintura,
literalmente, para recién preocuparnos por la antes probable y ahora tangible
inundación. Y la culpa de esta tragedia no es exclusivamente de las autoridades locales, ni de Defensa
Civil, ni del gobierno central, ni del pueblo. Es la culpa de todos nosotros,
de todos los que vivimos en esta región y que negligentemente, casi
estúpidamente, permitimos que nos suceda la misma desgracia una y otra y otra vez.
Esto es un llamado a la sociedad en su conjunto.
Desde mi infancia escucho noticias de los estragos que en mi
país causa el fenómeno del niño, ahora soy un adulto; pero la pueril actitud
con que todos tomamos este asunto no parece madurar jamás. ¿Cuántos “niños” más
tendremos que afrontar en las mismas penosas condiciones? ¿Cuántas veces más
tiene el universo que darnos la lección para que podamos aprenderla? ¿Cuántos
niños más tendrán que quedarse sin hogar? Que alguien me diga ¿Cuántos?
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